Supone la evolución del plateresco hacia el purismo clásico. Debe su nombre a su principal representante, Juan de Herrera, autor del Monasterio de El Escorial. Se utilizan los elementos clásicos, pero las proporciones no resultan equilibradas, se da el “orden gigante”. Es contemporáneo de los discípulos de Miguel Ángel y coincide con el manierismo europeo. Se caracteriza por su rigor geométrico, relación matemática entre elementos arquitectónicos, volúmenes limpios, predominio del muro y ausencia casi total de decoración. Conocido como estilo desornamentado o escurialense.
Los edificios destacan por su horizontalidad. Presentan cubiertas de madera revestidas al exterior de pizarra y torres laterales, rematadas en chapiteles cónicos o piramidales, sensación de simetría. En otras ocasiones, no se busca tanto la horizontalidad como la voluminosidad. Empleado en la construcción de iglesias, con grandes fachadas, torres de planta cuadrangular y pesados contrafuertes. Se trata, en la mayoría de los casos, de obras de gran tamaño, que se imponen en su entorno e impresionan por su austeridad y aire monumental.
En la decoración se reduce el empleo de formas geométricas básicas. Tal sobriedad surge como una respuesta al protestantismo, en consonancia con las directrices marcadas por el Concilio de Trento (1545–1563). Este estilo fue la arquitectura oficial de los Austrias a partir de Felipe II y se difundió rápidamente, no sólo por la Península Ibérica sino también por América.